ADOLESCENCIA

Dejar la niñez, iniciar la vida adulta.

La adolescencia no es solamente una fase dentro del desarrollo de la persona, es también una manera de posicionarse en el mundo adulto. Es un momento fundamental en la construcción de la vida. Es un proceso psicológico que todas las personas atraviesan y que puede suceder serenamente; sin embargo, para ciertos adolescentes esta transformación es complicada, puede provocar estrés, comportamientos agresivos, aislamiento (celular, tablet…), ataques permanentes contra los padres, depresión, angustia, problemas escolares, conductas de riesgo, alcohol, drogas, anorexia…

Este período puede ser crítico para el adolescente, pero también para los padres pues el joven actúa como un espejo que refleja en el adulto el resultado de la educación que ha recibido, de los valores que ha integrado, haciendo resurgir las contradicciones y los puntos frágiles de sus padres. Lo que reactiva en estos últimos, angustias y momentos difíciles por los que ya han pasado y que ahora viven de nuevo a través del adolescente. En efecto, el adolescente de manera tal vez brusca y radical, busca confrontar a sus padres, los cuestiona y los obliga a reposicionarse, mostrándoles sus límites y los defectos que a veces no están dispuestos a ver.

Esta nueva etapa conlleva a menudo a adolescentes y a padres a conflictos importantes que deben enfrentar juntos y de los que es necesario encontrar la mejor manera de solucionar. En el momento en que los conflictos parecen insuperables, la ayuda de un profesional se vuelve indispensable para calmar la situación y reanudar el diálogo.

El terapeuta estudia y analiza con atención todo lo que rodea al adolescente: los padres, los hermanos, las relaciones familiares, los amigos, el colegio, con el fin de contextualizar la situación dentro de la totalidad de la realidad del joven.

Mi niño se convierte
en adolescente...

La adolescencia es como un segundo nacimiento, es un rito de iniciación del niño al espacio social y corporal del adulto. Este nacimiento es complejo y desestabilizante no solo para el joven sino para el adulto, quien ve cuestionada su autoridad de que él ya no es el centro de referencia de su hijo (a).

Así la rebeldía contra el adulto se manifiesta en una búsqueda de límites, de algo que pueda contenerlo e incluso de alguien en quien poderse descargar, agredir, sin temor a destruirlo o de ser abandonado. Se trata de un proceso de identificación por el que todo adulto ha pasado y al que todo joven debe enfrentarse.

El comportamiento amenazador del adolescente puede ser demasiado fuerte y violento para el adulto. Esta actitud agotadora y desafiante puede convertirse en un combate perpetuo entre padres y adolescentes, en donde se intenta modificar al otro y convertirlo en lo que queremos que sea. Pero, es un combate perdido de antemano, pues el otro no puede reducirse a una pura idealización del padre hacia el adolescente o viceversa, lo que podría ocasionar una pérdida de identidad del joven para ser sustituida por el deseo de los padres. Por tanto, endurecer la posición del adulto frente al adolescente es una decisión arriesgada.

La adolescencia es un período que pone a prueba a padres e hijos; y es el adulto quien debe saber hacer frente.

Un adolescente en ebullición...
unos padres en desespero

El mundo del adolescente tiene una dinámica que requiere de una atención particular. Es un período en el que dos procesos se llevan a cabo. Primero, el adolescente intenta buscar una mayor independencia como sujeto. En segundo lugar, los padres necesitan deshacerse de la carga narcisista que han depositado en sus hijos. El adolescente busca pues, la manera de salir del dominio del adulto, lo que es una ventaja para los padres, ya que la etapa de la adolescencia les ofrece la posibilidad de hacer frente a la construcción de su vejez.

El adolescente es entonces una persona en construcción, frente a las dificultades que vive y que hace vivir a los demás. Pero cuando las cosas se complican, ¿qué hacer?.

La mejor solución es el tiempo. Darse el tiempo necesario para reflexionar y actuar, dar tiempo al otro para desahogarse, y así llegar a acuerdos y establecer límites. La escucha hace parte de todo ello y es fundamental, ser capaces de escuchar la necesidad de amor del adolescente, los cambios que vive, las contradicciones a las que tiene que enfrentarse; los padres deben estar listos para recibir con serenidad los cambios propios a la conducta de la adolescencia, sobre todo, aceptar que ya no son modelos para sus hijos, o aceptar el odio que estos pueden llegar a sentir hacia ellos.

El trabajo terapéutico posibilita pues, la transición de este período entre padres e hijos, el psicoterapeuta actúa como un mediador del cual se sirve cada parte con el fin de restablecer la comunicación y reanudar la relación.

¿La terapia puede ayudar
a mi hijo?

Por medio de la terapia, un adolescente puede incrementar su confianza, conocerse mejor, sentirse a gusto con sigo mismo. Una vez instaurada nuevamente la confianza y al encontrarse en calma con los padres, es más fácil para el joven la expresión de sus necesidades, de manera constructiva y sin sentirse amenazado, con el fin de restituir los vínculos deteriorados.

​Entre el deseo de los padres de retener al adolescente y el conflicto de este de separarse de ellos sin perder su amor ¿qué hacer con el amor de los padres y con las nuevas expectativas que se presentan al adolescente en el inicio de su vida adulta? ¿Cómo separarse de la madre, del padre, y abrirse al mundo?

La pubertad es un momento de cambio, de adaptación y de aceptación, de lo que somos y de nuestro cuerpo. Este acontecimiento, que a veces llega de improvisto, sin que el joven haya podido prepararse, puede vivirse como una traición por parte de los padres, pues el adolescente siente que no le han preparado para este cambio. Por tanto, las consecuencias de esto pueden ser la ira, la rabia, la ansiedad, los reproches, la desilusión, etc.

​El adolescente entra entonces en un período de crisis de transición del estado infantil al adulto, el ahora ex-niño debe terminar con la creencia en un mundo mágico, protector y afrontar un mundo más real, hostil y lleno de matices. Las palabras que antes tranquilizaban al niño ahora no bastan, una reconstrucción de un sistema de interpretación del nuevo mundo que se le presenta es pues necesaria tanto para el adolescente como para los padres. Cada uno se posiciona de manera distinta, de allí la importancia tanto para unos como para otros de poder ser acompañados en esta nueva etapa de sus vidas.

​En resumen, un cambio armonioso de la niñez a la adolescencia es posible solamente si los padres se empoderan de su propio cambio, asumiendo la transformación de sus hijos y lo que ello conlleva: la separación y la aceptación de la pérdida (simbólicamente) de lo que a veces se piensa nos pertenece. El inicio de la sexualidad del adolescente implica en el adulto la declinación de la suya y la revelación de una juventud que ya ha pasado. La transición a la adolescencia involucra no solamente al adolescente sino a la vez a sus padres, a la familia. Un acompañamiento es pues indispensable tanto para unos como para otros.

​La terapia busca permitir tomar conciencia de lo que no se logra comprender para mejorar la situación, la consulta puede ser realizada directamente con los padres o en compañía del adolescente