Los trastornos sexuales se consideran como una disfunción corporal que impiden disfrutar placenteramente de la sexualidad. En efecto, a partir del momento en el que el placer corporal se ve interrumpido sin una causa aparente, muy probablemente, se trata de una disfunción psicológica que afecta directamente la sexualidad.
TRASTORNOS
SEXUALES
Las disfunciones sexuales no siempre son causadas por problemas físicos, la mayoría de las veces su origen es psicológico y un tratamiento psicoterapéutico es la forma más eficaz para resolverlo. Numerosos trastornos pueden afectar la sexualidad, por ejemplo: pérdida o disminución del deseo, ausencia de placer durante el acto, problemas de erección, erección persistente, eyaculación precoz, impotencia, frigidez, dificultad para obtener un orgasmo, miedo al placer sexual, vergüenza a expresar lo que te gusta, etc. En el tratamiento de estos trastornos, es importante identificar sus causas a tiempo para poder encontrar una solución.
¿Los trastornos sexuales tienen efectos negativos en mi vida, con mi pareja o en la búsqueda de alguien?
Tanto los hombres como las mujeres pueden vivir momentos de dificultad sexual, la insatisfacción que puede producir la ausencia, o un acto sexual mediocre, puede ser uno de los responsables de muchos problemas y de malentendidos en el disfrute del sexo. Es por ello que la mejor alternativa es tomar conciencia de lo que quieres, de lo que te gusta, de tus deseos y fantasías, aceptarlos y vivirlos, de otra forma se puede generar un fuerte sentimiento de insatisfacción o de culpabilidad que reprimen a la persona manteniéndola en una situación de frustración constante.
La frustración sexual puede conllevar a un estado de tensión permanente, de reproches, de disputas e incluso de sufrimientos. Lo que se convierte en un círculo vicioso en el que nadie se encuentra satisfecho ni en disposición de dar rienda suelta a su deseo. Consultar un psicoterapeuta abre la posibilidad de parar ese ciclo infernal y así reanudar el diálogo consigo mismo y con el otro.
¿Cómo hablar de sexualidad?
Una experiencia sexual negativa, una educación sexual rígida, la culpabilidad, la repugnancia por ciertas prácticas sexuales, ciertos traumatismos sexuales (abuso, violación…), la ansiedad de performance, la infidelidad, el miedo a ser rechazado, abandonado o al fracaso sexual, la demasiada necesidad sexual, son sin duda temas difíciles de tratar, pero esenciales para el bienestar personal.
El acompañamiento de un terapeuta ayuda a expresar lo que no se logra decir, permite acceder del exterior al interior de uno mismo facilitando comprender de mejor manera tu cuerpo, tus gustos, tu placer. Conocerte a ti mismo es poder conocer serenamente y en confianza al otro.
¿Qué hacer cuando el deseo se apaga o el orgasmo es insatisfactorio?
El día a día invade la vida de cada uno de tal forma que la satisfacción sexual pierde importancia o se descuida, restándole toda la relevancia que tiene y que mantiene en equilibrio a la persona.
En la rutina se encuentra a menudo el origen del abandono o de la deficiencia del acto sexual, lo peor que puede pasar es dejar instalar una negación de esta situación que poco a poco se irá degradando más. Antes de llegar a este punto, es importante exteriorizar la situación, hablar con un profesional que te escuche y te permita tomar conciencia del malestar que tienes, y de esta manera escuchar tu cuerpo, comprender lo que te hace falta, dejar expresar el deseo.
Del placer al exceso
De la misma manera que el abuso del alcohol o de substancias psicoactivas, el erotismo y la sexualidad pueden convertirse en una adicción que pone en riesgo la estabilidad física y psíquica de las personas, produciendo una alteración en el comportamiento y un sufrimiento significativo.
Cuando la frecuencia de prácticas sexuales y la necesidad sexual se vuelven excesivas y escapan del control (pensar en ello permanentemente, sentirse obligado a practicarlo constantemente…), en ese momento se puede hablar de adicción al sexo. Esta necesidad se convierte en una obsesión que ocupa un tiempo considerable en la vida de la persona, impidiéndole realizar otras actividades, descuidar el trabajo, la familia o los amigos.
De igual forma, otras prácticas sexuales como la masturbación compulsiva (en la cual no se busca el contacto con el otro, sino únicamente el autoerotismo), el cambio permanente de pareja sexual, el cibersexo desproporcionado, o el uso excesivo de la pornografía son síntomas de la adicción sexual. La manera de estabilizar estas disfunciones es a través de un trabajo psicoterapéutico dirigido hacia la toma de conciencia de esta situación, trabajar sobre las emociones y la regulación del deseo o del motivo afectivo que induce a hacer algo súbitamente y sin reflexión.
El terapeuta trabajará con el paciente sobre el análisis de su práctica sexual con el fin de evidenciar lo que determina dicha conducta, detectar las situaciones de riesgo, aprender a sobrellevar la situación evitando caer de nuevo en la misma dificultad, aprendiendo a manejar las ganas excesivas (craving), comprender y moderar su comportamiento.